29 de agosto: Martirio de San Juan Bautista

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A continuación ofrecemos parte de las lecturas de maitines del día de hoy. Es una homilia de Juan Laspergio (cartujo)

Lectura 9

Hermanos carísimos, la muerte de Cristo dio origen a una multitud de creyentes. De igual modo, gracias a las virtudes y méritos de nuestro Señor Jesucristo, la muerte preciosa de sus mártires y de sus santos ocasionó el aumento considerable del número de sus fieles. De hecho, la persecución de los tiranos y la muerte de los inocentes no pudieron jamás aniquilar la religión cristiana. Al contrario, ella se desarrolló notablemente. Tenemos un ejemplo en san Juan Bautista cuyo martirio celebramos hoy. Murió por Dios. Herodes, rey ateo, quiso borrar totalmente su recuerdo de la memoria de los hombres. No sólo no se olvidó al santo, sino que, inflamados por su ejemplo, millares de hombres aceptaron voluntariamente morir por la justicia y la verdad. Ciertamente, cuanto más se esforzó el tirano por envilecerle, tanto más favoreció su renombre. ¿Qué cristiano fervoroso deja hoy día de honrar a san Juan Bautista? Por todas partes en el mundo católico se celebra su memoria; todas las generaciones lo proclaman bienaventurado; el buen olor de sus virtudes llena toda la Iglesia.

Lectura 10

Él no vivió para sí solamente; no murió tampoco para sí solamente. Admiremos el número de pecadores que se arrepintieron, imitando su vida dura y austera. Admiremos el número de personas a quienes su muerte injusta ayudó a soportar las tribulaciones. Y a nosotros, hoy, ¿de dónde nos viene el fervor que sentimos por Dios y nuestra acción de gracias, si no es del sacrificio de Juan Bautista cuya muerte por amor de Cristo celebramos? Él no se apegó a la vida, es decir, a la vida sensible, entregada al placer y opuesta a la ascesis, sino que deliberadamente la odió rechazando las tentaciones carnales. Al odiar la vida, de hecho la amó verdadera y piadosamente, y la conservó para la vida eterna. Aún más, no sólo aseguró su propia salvación, sino que fue un estímulo para que una multitud de discípulos viviesen según la justicia.

Lectura 11

¿Qué diremos de san Juan Bautista? Él, el mayor de los santos, tendió con todo su ser a la contemplación inefable del Rostro de Dios. De ahí proviene que todavía hoy hay mártires dispuestos a morir por la justicia y por Dios, ofreciéndole el sacrificio supremo de su vida. Ciertamente todos los santos arden en el anhelo por Dios. Mientras no pueden satisfacer plenamente ese deseo, ellos se consuelan provisionalmente conversando con Dios en continua oración y escuchando su palabra en las Sagradas Escrituras, conservando presentes en el espíritu sus dones y beneficios, y sobre todo recurriendo lo más frecuentemente posible a la Sagrada Comunión: en ella se nos da la mejor prenda, la marca suprema del amor divino; en ella, los santos poseen realmente la presencia de aquel a quien aman, aunque sea imposible comprenderle o gozar de él tal cual es. De ahí se puede concluir: aquel, en quien se extinguieron los apetitos carnales, y que está inflamado en el anhelo de lo alto, que desea morir por estar con Cristo y cuyo gran consuelo es la recepción de la Sagrada Eucaristía, ése puede estar absolutamente cierto de poseer el amor de Dios.

Lectura 12

Es una característica del amor divino el invitar a quien arde en él a darse al Señor: él mismo y sus bienes, por el honor de Dios, para cumplir su voluntad. La salvación eterna está vinculada al hecho de preferir la muerte al pecado: el pecado que lleva a la muerte y que ofende muy gravemente a Dios. Aún más: el amor perfecto no se contenta con evitar el pecado mortal, sino que trata de abandonarse al beneplácito de Dios. Así, san Juan Bautista despreció deliberadamente su vida mortal por amor a Cristo, prefiriendo desobedecer al tirano antes que a Dios. Hermanos carísimos, este ejemplo nos enseña que la voluntad de Dios debe anteponerse a todo. Dar gusto a los hombres es una vana utilidad: con frecuencia eso es gravemente nocivo. Ofender a Dios lleva consigo inevitablemente graves daños. Por eso, junto con los amigos de Dios, muramos a todos nuestros vicios, a todos nuestros desórdenes. Pisoteemos nuestro amor propio pecaminoso: esforcémonos por hacer crecer en nosotros el amor de Cristo. En la medida en que aumente su ardor, nos hará más felices en el cielo y más cercanos al Señor.

Fuente: Lecturas de Maitines – Ciclo B – 29 de agosto – Lecturas 9 a 12 (Cartuja San José 2020)

Imagen: La decapitación de San Juan Bautista (Caravaggio)

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