[English] [Español]
Hoy 24 de mayo la Orden Cartujana celebra al beato Guillermo de Fenol, el único monje cartujo en el calendario que no fue sacerdote o mártir. Se lo celebra con rito de 12 lecturas (el equivalente a una «fiesta» en el rito romano). Podría ser considerado algo así como el patrono de los hermanos cartujos (aquellos que no son sacerdotes). Presentamos aquí una biografía del beato.
Guillermo nació en un lugar del Marquesado de Monferrato, diócesis de Alba, en las montañas del Piamonte, Italia, a principios del siglo XII, ignorándose muchos detalles de su vida. Dejó, no obstante, tantos ejemplos de las virtudes propias de su estado humilde y condición obediente, que el Postulador de su Causa de Beatificación pudo decir: «Si la virtud eminentemente practicada es admirable cuando se junta al esplendor de la doctrina, mucho mayor es todavía su encanto cuando tiene por compañera la ingenuidad, el candor, la simplicidad del alma; y esta simplicidad debe tenerse como la suprema sabiduría, especialmente en aquellos que fueron llamados a vivir en la obscuridad del Claustro, no para enseñar, ni para mandar, sino para obedecer y para dar ejemplo de sumisión. Tal sucedió con nuestro bienaventurado Guillermo».
Era todavía joven cuando se consagró a la penitencia en una profunda soledad de las montañas del Piamonte, junto a una fuente que aún hoy se llama del beato Guillermo. Allí se ocultó para morir al mundo, a sí mismo y a sus pasiones. Separado de todo comercio mundano con el cuerpo, mucho más lo estaba aún con el espíritu y el corazón.
Como su hermosura de alma era tanta, que hasta en su cuerpo se traslucía, el demonio, rabioso por tanto desprecio y dolido por las constantes derrotas que nuestro Guillermo le infligía, movió a una mala mujer a que le ayudase en su empeño de derribar al siervo de Dios de tan angélico modo de vivir. Encendida, pues, en malos deseos, fuese a la soledad, y allí solicitó impúdicamente a Guillermo con seducciones y halagos; pero éste, puesta en Dios toda su confianza, salió triunfante de tales acechanzas.
Este episodio le hizo pensar que no estaba bien solo en aquellos montes, y lo movieron a solicitar su admisión en la cercana Cartuja de Casotto, para «hermano converso», siendo admitido inmediatamente, con general satisfacción de la Comunidad. Seguro ya en el puerto de la vida religiosa, enaltecidas sus obras con el sello divino de la obediencia, se dedicó con toda su alma a la más exacta observancia de la Regla, con lo que alcanzó en breve tiempo una elevada santidad. Miraba a sus superiores solamente con los ojos de la fe, y estaba siempre dispuesto a obedecerlos a la menor insinuación de su voluntad.

La piedad del Beato Guillermo no iba a la zaga de su obediencia. Su espíritu estaba todo con Dios, su corazón todo en Dios, y sus esfuerzos eran todos para Dios. Era sobre todo devotísimo de Jesús Crucificado. El Señor le había enseñado lo que dice San Pablo, que la ciencia de la salvación consiste en conocer a Jesucristo, y este Crucificado (1 Corintios 1,2-3). Es decir, en penetrarse de la gravedad de las propias ofensas hechas al Señor, considerando a qué precio fueron expiadas, y cuán grande amor demostró a los hombres el Hijo de Dios, entregándose por ellos a una tal reparación.
Cuenta la leyenda que durante un tiempo estuvo encargado de proveer los víveres al monasterio. Era el blanco perfecto de los salteadores de caminos, y más de una vez lo dejaron sin nada de lo que había obtenido por las limosnas. Un día se le pide que organice la comida para el monasterio. Allí va, acompañado de una mula, pidiendo limosna en las fincas y pueblos de la zona. Los delincuentes le roban varias veces. Guillermo entra en crisis, y se queja al Prior, que entre serio y burlón le invita a defenderse «incluso con la pata de la mula». El humilde cartujo, siempre obediente, en la siguiente oportunidad en que lo atacan los bandidos, toma la pata de la mula, y consigue espantar a los bandidos. Guillermo pone la pata del animal en su lugar y vuelve a la Cartuja, pero en la prisa la coloca boca abajo, de modo que la mula cojea con mucha dificultad. El prior se da cuenta, y para verificar qué hay de cierto en lo que se cuenta del prodigio de nuestro beato, lo regaña por su descuido y le ordena que ponga la pata como debe ser, y así, delante de toda la comunidad y pidiendo disculpas por su error, quita con toda naturalidad de nuevo la pata y la coloca correctamente. Todo esto, por supuesto, sin que el animal pierda sangre ni rebuzne de dolor. Si bien es posible que esta historia haya sido fabricada para enseñar sobre el valor de la obediencia, incluimos aquí este episodio para explicar por qué en numerosas imágenes este beato aparece con la pata de una mula.
Exento de toda ambición, y emulando sólo las virtudes de su estado, de las que en su sencillez se creía desnudo, se halló sin saberlo con la ventaja de ser, en realidad, el más humilde servidor de todos. Y así vivió su vida religiosa hasta su muerte, al rededor del año 1200. Su cuerpo fue enterrado en la «casa de abajo». Pero acudiendo el pueblo en constantes peregrinaciones que turbaban no poco el recogimiento de los Hermanos, se le trasladó al cementerio de arriba. Sin embargo, prodigiosamente, sus sagrados restos volvieron a aparecer esa misma noche en su primera sepultura. Dios lo quería abajo, donde pudiera ser venerado por los fieles.
La fama de tales maravillas extendió más y más la fama del Beato, y comenzaron a levantarse altares en su honor y a pintarse y a esculpirse muchas imágenes suyas a lo largo de los siglos XIII, XIV y XV. El Papa San Pío V autorizó el traslado de sus reliquias en 1568, y el Papa Beato Pío IX autorizó en 1862 la veneración del hermano Guillermo, cuyo cuerpo estaba todavía incorrupto. Su fiesta solía ser el 16 de diciembre, pero según el espíritu del Concilio Vaticano II, se ha trasladado fuera del Adviento y los cartujos lo celebran ahora el 24 de mayo.

Como dijimos anteriormente, Guillermo podría ser considerado algo así como el patrono de los monjes laicos (conocidos como «hermanos»). Pedimos en especial en este día por todos ellos ya que son uno de los pilares de la Orden.
Oremos:
Oh Dios, que enalteces a los humildes;
servirte a Ti es reinar; concédenos imitar
la sencillez del beato Guillermo, para
alcanzar el reino prometido a los pequeños.
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén.
***
Bibliografía consultada: MAYO ESCUDERO, Juan. Santos y beatos de la Cartuja. Año 2000.
